In Historia de la refrigeración

Evolución y vuelta a los inicios

La historia de la refrigeración se remonta a tiempos inmemoriales, donde se transportaba hielo de lugares fríos a otros más cálidos para poder enfriarlos. De forma parecida, se utilizaban las cuevas o lugares frescos para mantener alimentos lo más frío posibles, puesto que ya se sabia que así duraban más tiempo comestibles.

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Se sabe que, tanto los griegos como los romanos, solían amontonar hielo o nieve en profundos hoyos dentro de la tierra, y lo cubrían con materiales que lo aislaban del exterior y, principalmente, del sol, con ramas de árboles, pajas, etc.

En este caso, nos vamos a centrar en la era contemporánea, justamente en el momento de la Revolución Industrial y algunos momentos antes.

Científicos como Robert Boyle o Philippe Laire, empezaron a utilizar mezclas de refrigerantes en sus laboratorios y observaron sus efectos.

Poco tiempo después, en 1715, con una mezcla de nieve y nitrato amónico, Fahrenheit estableció el cero absoluto de su termómetro.

En el año 1748, Guillermo Cullen consiguió desarrollar el que fuera el primer método de refrigeración artificial, que se conoce dejando el ether ethyl hervir a un vacío parcial.

En 1876, Linde invierte el ciclo de la máquina de vapor con amoniaco, en vez de con agua, y produce frío. En EEUU, dicen que hicieron hielo antes.

En 1910, se iniciaron de manera más industrializada los Mataderos frigoríficos, y se exportó carne argentina a Europa. Todas las instalaciones eran de gran tamaño, a base de amoniaco, CO2, SO2, Cloruro de Metilo y otros. Todos ellos explosivos, tóxicos o de alta presión.

En 1930, DuPont y General Motors iniciaron la fabricación del diclorodifluormetano (Freón 12), refrigerante desarrollado por Frigidaire, empresa filia de la GM. Tuvo gran éxito, ya que era inocuo, no inflamable, muy estable químicamente y con buenas prestaciones termodinámicas.

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Más tarde, llego el Freón 22, muy parecido al 12, pero con propiedades mejoradas. El 11, para compresores centrífugos para chiller y el 13 para muy baja temperatura. A todos estos, se les puso después el nombre de CFCs. (No el R-22 que es HCFC).

Todos estos refrigerantes sintéticos eran compatibles con el cobre, lo que hacia más sencillo su montaje o instalación, además de favorecer la trasferencia de calor en los intercambiadores.

En ese momento, ante esa fuerte competencia, tanto el CO2, por sus elevadas presiones de trabajo, como el SO2, por su toxicidad y peligrosidad, desaparecen del mundo de la Refrigeración Industrial.

El amoniaco se reservó para las grandes instalaciones (cerveceras, mataderos, fábricas de hielo, etc), de donde nunca fue eliminado del todo por sus maravillosas propiedades termodinámicas. Aunque no se debe olvidar que es tóxico y explosivo.

Raúl Alonso

Director General de Grupo Catri